domingo, 8 de agosto de 2010

Energía atómica

El vertido de petróleo de BP en el Golfo de México, controlado... por cuarta vez


La pesadilla comenzó el pasado 20 de abril. Un accidente en una plataforma petrolífera de BP causó el que ya es el mayor vertido de crudo accidental de la historia y, desde entonces, la compañía británica ha llevado a cabo multitud de operaciones tan espectaculares como inútiles para contenerlo. Hasta en cuatro ocasiones la empresa o las autoridades costeras de EEUU han asegurado que la fuga estaba controlada o que había grandes progresos. La última 'operación definitiva' se llama 'Static kill' y, según BP, ha logrado el "objetivo deseado".

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El primer intento por contener la salida de crudo comenzó el 4 de mayo. BP colocó una gigante estructura de acero, de unas 100 toneladas, sobre la mayor de las fugas. El sistema fracasó debido a que las bajas temperaturas formaron cristales de hielo y gas que taponaron el conducto. A continuación, prepararon otra estructura más pequeña, que tampoco funcionó.
Meses de incertidumbre

Tras varias semanas de incertidumbre, en las que las imágenes de animales afectados y las nuevas estimaciones sobre los litros de crudo vertidos a diario lograron impactar a la opinión pública estadounidense, que comenzó a asumir la magnitud de la tragedia, las esperanzas se centraron en la llamada operación 'Top kill’. Se trataba de inyectar a presión un tapón con 25.000 kilos de lodo y cemento para sellar el pozo. Aunque BP se mostró cauta el 26 de mayo y advirtió que habría que esperar unos días para confirmar que todo iba bien, el comandante de la Guardia Costera de EEUU, Thad Allen, aseguró horas después que el sistema estaba funcionando y que, de momento, se había frenado la fuga de crudo.

Sin embargo, el 29 de mayo, el director de operaciones de BP, Doug Suttles, explicó que la inyección de barro había fracasado. Pero Suttles no compareció ante los medios con las manos vacías y ese mismo día presentó una nueva estrategia: serrar la tubería rota con robots submarinos y cubrir los restos con una cúpula. Ésta recogería el petróleo y lo trasladaría a un barco en la superficie.

El 4 de junio el presidente de EEUU, Barack Obama, anunció "progresos" en la lucha contra el vertido tras conocer que habían logrado recuperar 6.000 barriles de crudo durante las primeras 24 horas desde la instalación de la nueva campana. La alegría duró poco pues pronto comprobaron que la campana absorbía el crudo de manera muy lenta así que el Gobierno de EEUU le dio un ultimátum a BP para que mejorara la eficiencia o cambiara de método.
Una sucesión de intentos fallidos

El 14 de junio BP presentó un nuevo sistema "más flexible" con tuberías flotantes, que pondría en marcha a finales de mes, y con el que esperaba contener la salida de 7,5 millones de litros diarios incluso con condiciones meteorológicas adversas. Durante el mes de julio, el buen tiempo favoreció las tareas de limpieza. Además, BP sustituyó la campana por otra más ajustada para capturar más petróleo.

La gran noticia llegó el 15 de julio. La compañía aseguró que había logrado sellar el pozo por completo: la campana había conseguido frenar el vertido y las tres aperturas existentes habían sido cerradas con éxito. Sin embargo, BP explicó que prolongaría las pruebas de resistencia durante 48 horas para asegurarse del éxito del método. Barack Obama, por su parte, se mostró más cauto e insistió en que el problema aún no estaba solucionado. Muy pronto se vio que estaba en lo cierto.

A los pocos días se detectaron nuevas fugas de petróleo, por lo que el Gobierno de EEUU exigió a BP que las investigara y que reabriera el pozo. Durante los días siguientes se ofrecieron detalles sobre un nuevo plan para sellar el pozo inyectando lodo desde la superficie marina. La operación fue bautizada como 'Static kill' y comenzó el 2 de agosto. Este miércoles, la compañía aseguró que se había logrado el objetivo deseado. Habrá que esperar a las próximas horas para comprobar si en esta ocasión realmente logran frenar la salida de crudo.

Mientras tanto, los técnicos siguen perforando dos pozos de alivio cerca de aquel en el que se produjo el accidente para sellar la salida de petróleo desde el subsuelo. La compañía espera que con este sistema, que debería estar listo a finales del verano, termine la pesadilla en el Golfo de México, en cuyas aguas ya se ha vertido la escalofriante cantidad de 800.000 millones de litros de petróleo.