sábado, 22 de agosto de 2009

Irán permite a la ONU inspeccionar la planta nuclear de Arak


Irán permitió la semana pasada que los inspectores de la ONU visitaran las obras del reactor nuclear de Arak y ampliaran los sistemas de control en la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz.

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El gesto, después de un año de reiteradas negativas, ha suscitado un debate entre quienes ven un signo de flexibilidad de unos dirigentes ahogados por las sanciones y faltos de legitimidad, y quienes consideran que es una nueva maniobra de despiste de Teherán ante el próximo escrutinio internacional de sus actividades atómicas.
La noticia de esa nueva actitud iraní se ha conocido en Viena. Allí, diplomáticos acreditados ante el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) han revelado que el informe trimestral del organismo, la semana que viene, incluirá esos avances. Más difícil parece evaluar su significado.

La República Islámica vive una profunda crisis política a raíz de las elecciones presidenciales del pasado 12 de junio. El aplastante triunfo de Mahmud Ahmadineyad para un segundo mandato ha sido contestado por los candidatos de la oposición y desatado las mayores protestas desde la revolución de 1979 que configuró el actual régimen. Algunos observadores consideran que en esas circunstancias, el líder supremo, Alí Jamenei, puede haber calculado que resolver el problema nuclear ayudaría a solventar la grave situación económica del país, al evitar nuevas sanciones y permitir el levantamiento de las existentes, y también a reparar la dañada credibilidad de la élite dirigente. Jamenei tiene la última palabra en todos los asuntos de Estado.

En apoyo de esta tesis, se aduce el reciente nombramiento al frente de la Agencia de la Energía Atómica de Irán de Ali Akbar Salehí, un respetado físico que representó a su país ante el OIEA durante el Gobierno de Mohamed Jatamí. Medios diplomáticos y científicos han recibido la noticia como una indicación de una política nuclear más pragmática. Sin embargo, permanece en su puesto el negociador nuclear, Said Yalilí, que es el encargado de dar la cara ante el G-6 (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania). Además, Ahmadineyad necesitaba cambiar al hasta ahora director de la Agencia, Gholamreza Aghazadeh, por sus simpatías reformistas.

No es la primera vez que al acercarse la fecha para un nuevo informe del OIEA, Irán hace un gesto de buena disposición. Se aproxima también el plazo no escrito que le dio el presidente estadounidense, Barack Obama, para que se siente a negociar su programa nuclear. El G-6 se reúne en Moscú el 2 de septiembre en busca de una postura común.

Irán está a punto de terminar en Arak, a unos 250 kilómetros al suroeste de Teherán, un reactor de agua pesada. Sus responsables aseguran que está destinado a producir isótopos para su empleo en medicina y agricultura. Sin embargo, la comunidad internacional, con EE UU e Israel a la cabeza, teme que desvíen el plutonio usado a la producción de material fisible en la planta de Natanz, al oeste de Arak. Allí ya se enriquece uranio y el OIEA cuenta con un sistema de cámaras de vídeo para controlar que no alcanza el grado en el que valdría para fabricar una bomba atómica.

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